lunes, 9 de febrero de 2015

Un mal despertar




“Ha abierto los ojos dos minutos antes de que le sonara el despertador. Cada lunes le pasa igual, dos minutos antes de las ocho de la mañana se despierta y ya no se puede volver a dormir, sólo que hoy lo ha hecho agitado por el ruido del viento. Toda la noche ha oído cómo las ramas de los árboles que rodean su casa se agitaban y ha notado cómo se colaba un ligero soplido por debajo de la puerta, una voz ronca que resonaba en todos los rincones de la habitación, como si detrás del armario o debajo de la cama se escondiera un hombre alto y gordo con un altavoz, susurrando y gritando a la vez. Sin querer se está volviendo a dormir pero lo que le despierta, a las 8 de la mañana del lunes 2 de febrero, no es el despertador: es la ráfaga de viento más fuerte que ha oído nunca. Abre los ojos y mira aterrorizado a su alrededor…”

El viento había impactado con la ventana, y ésta había cedido ante la fuerza del anterior. Además de hacer añicos su cristal, la fuerte ráfaga penetró en la habitación y hizo que se extendiera el caos por todo el lugar. Su habitación, que permanecía siempre limpia y ordenada, había visto el orden modificado por un montón de libros que ahora se encuentran por todo el suelo de la habitación, la ropa del día siguiente moviéndose sin control a lo largo del lugar, y miles de pedazos de cristal escampados por el pequeño cuarto.

Al cabo de unos segundos, se hace la calma. Iván, aterrorizado, se quita las sábanas que le han protegido y se levanta, y vigilando en no clavarse ningún pedazo de cristal se pone las zapatillas. Entonces, se dirige a la ventana para ver el estado de la calle, y ésta misteriosamente está en perfectas condiciones. Iván, que no entiende la situación, se dirige a la puerta, pero es entonces cuando una segunda ráfaga, aún más fuerte que la interior, golpea la casa.

El viento descomunal penetra de nuevo en la habitación, e Iván, que está expuesto a la terrible ráfaga, cae al ser arrastrado por el viento y chocar una pared. Además de perder la consciencia, el golpe que acaba de sufrir provoca que se rompa el brazo derecho. Iván nunca había imaginado que se rompería el brazo de tal manera, y menos que sería justo un día después que le sacaran la escayola.

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