lunes, 9 de febrero de 2015

Cuerdas

Ha abierto los ojos dos minutos antes de que le sonara el despertador, cada lunes le pasa igual, dos minutos antes de las ocho de la mañana se despierta y ya no se puede volver a dormir, sólo que hoy lo ha hecho agitado por el ruido del viento, toda la noche ha oído como las ramas de los árboles que rodean su casa se agitaban y ha notado como se colaba un ligero soplido por debajo de la puerta, una voz ronca que resonaba en todos los rincones de la habitación, como si detrás del armario o debajo de la cama se escondiera un hombre alto y gordo con un altavoz, susurrando y gritando a la vez. Sin querer se está volviendo a dormir pero lo que le despierta, a las 8 de la mañana del lunes 2 de febrero, no es el despertador: es la ráfaga de viento más fuerte que ha oído nunca, abre les ojos y mira aterrorizado a su alrededor.
Todo ha sido un sueño, el despertador acaba de sonar taladrando fuertemente su cabeza, no ha sido una buena noche. El sueño le ha hecho pasar una mala noche por el mero hecho de haber sido aterrador. No era la primera vez que tenía una pesadilla, pero si la primera vez que le calaba tan hondo. Aquel hombre sin rostro, aquellos párpados vacíos, aquella voz retumbante parecían increíbles y quizá era eso lo que lo hacía aterrador. Que estaba ahí sin poder estarlo, sin tener derecho a la existencia. Se había pasado el sueño gritando sin que de su boca saliera sonido alguno mientras aquel ser, llamadlo así porqué otro nombre no tiene, lo ataba a la cama y le abría heridas que difícilmente curarían. Por suerte solo fue un sueño, no se escondía nadie detrás de la puerta, ni dentro de un armario, ni debajo de la cama. No se escondía nadie porqué nadie podría penetrar, por mucho que quisiese, en la oscura habitación de Óscar. Nadie querría hacerlo y nadie lo había hecho nunca porqué Óscar siempre había estado solo.

Se levantó como cada día, abatido y sin ganas de afrontar el nuevo día. Fue a la cocina a preparar café mientras se lavaba la cara en el baño y abría el grifo de la ducha para esperar a que el agua saliese suficientemente caliente. Una vez el agua estaba a la temperatura habitual, entró en la ducha sin reparar en aquella cuerda que había en el interior y sin reparar, tampoco, en que la puerta se iba cerrando lentamente. 

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