“Ha abierto los ojos dos minutos antes de que le
sonara el despertador. Cada lunes le pasa igual, dos minutos antes de las ocho
de la mañana se despierta y ya no se puede volver a dormir, sólo que hoy lo ha
hecho agitado por el ruido del viento. Toda la noche ha oído cómo las ramas de
los árboles que rodean su casa se agitaban y ha notado cómo se colaba un ligero
soplido por debajo de la puerta, una voz ronca que resonaba en todos los
rincones de la habitación, como si detrás del armario o debajo de la cama se
escondiera un hombre alto y gordo con un altavoz, susurrando y gritando a la
vez. Sin querer se está volviendo a dormir pero lo que le despierta, a las 8 de
la mañana del lunes 2 de febrero, no es el despertador: es la ráfaga de viento
más fuerte que ha oído nunca. Abre los ojos y mira aterrorizado a su
alrededor…”
Se despierta y se da cuenta que era un mal sueño. Se pone en pie y
mira por la ventana, pero no ve nada, aún es oscuro. El viento sopla
cada vez más fuerte, sin parar.
Ya eran las 9 y Pablo mira por la ventana, ve unas
nubes y los relámpagos que llegaban hasta la tierra. Poco a poco la tormenta
iba en peor y se acercaba cada vez más.
La tormenta empezó no paraba de llover, los
relámpagos cada vez eran más bestias, llovía tanto que las calles se empezaron
a inundar. Pablo estaba cada vez más asustado, intentaba creer que era un mal
sueño, e intentaba despertar de ese horrible ‘sueño’, hasta que se dio cuenta
que era realidad, un huracán se acercaba.
Pablo bajo al garaje cogió el coche y se marchó,
coge la autopista A-7 dirección Lérida para escaparse del huracán, tenía mucho
miedo. Pero Pablo no sabe que los
huracanes son más rápidos que su coche…
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